martes, 17 de abril de 2012

El minimalismo de Phillip Glass

 Nació el 31 de enero de 1937 en Baltimore. Su padre lo introdujo en el mundo de la música de cámara. Se inició en el violín a los seis años y a la flauta cuando contaba ocho años. Cursó estudios en la Universidad de Chicago, manteniéndose a base de trabajos de media jornada sirviendo mesas y cargando aviones en aeropuertos. A los diecinueve años se trasladó a Nueva York para estudiar en la Juilliard School. Cuando contaba 33 años, había estudiado con Vincent Persichetti, Darius Milhaud y William Bergsma. Había rechazado el serialismo y prefirió compositores inconformistas como Harry Partch, Ives, Moondog, Henry Cowell y Virgil Thomson, pero aún no había encontrado su estilo. Viaja a París y durante dos años estudia con Nadia Boulanger. Fue en París, a comienzo de los sesenta, cuando Philip Glass conoció a los miembros de la compañía de teatro experimental Mabou Mines. Philip Glass entró a trabajar con ellos como director musical y compositor. Entre las obras que compuso para los montajes de esta compañía se encuentra Play. Es contratado por un cineasta para transcribir la música india de Ravi Shankar y descubre las técnicas de la música india. Se interesa por la música en África del norte, India y el Himalaya. Regresa a Nueva York y comenzó a aplicar las técnicas orientales en su propio trabajo. Hacia 1976 había compuesto una extensa colección de nueva música, la mayoría para usar en compañías de teatro y para su propio grupo, el Philip Glass Ensemble. Este período incluía la Música en 12 partes, una recopilación de cuatro horas de la nueva música de Glass y la ópera Einstein on the beach. Su obra desde Einstein on the beach, abarca desde la ópera (Satyagraha, Akhnaten, The making of the representative for Planet 8, The fall of the house of Usher, The Juniper tree) hasta el cine (Koyaanisqatsi, Mishima, The thin blue line, Powaqqatsi), la danze (A descent into the maelstrom y In the upper room), e incasillables piezas para el teatro como The photographer y 1000 airplanes on the roof, y numerosas grabaciones. Entre sus trabajos posteriores destacan Itapú, para coro y orquesta basado en leyendas de los indios sudamericanos, y Hydrogen juke-box, con libreto de Allen Ginsberg.



«La ópera es un lugar para la innovación»
Por Marisol García | La Tercera, febrero 2010.

La estricta disciplina espiritual, la rutina doméstica y el acomodo familiar de Philip Glass (1937) en sus casas de Manhattan y Nueva Escocia son imágenes que sorprenden en A portrait in twelve parts, el documental con el que hace dos años el director Scott Hicks dio a conocer la dimensión personal del celebrado compositor estadounidense. “Siempre pensé que se trataría de un filme sobre mi trabajo, y no tanto sobre mi vida diaria”, comenta el músico. Entrevistas a su actual esposa, recuerdos sobre su primera viudez y el adiestramiento con un chamán tolteca son episodios que en el filme tienen tanta importancia como el estreno de sus óperas o la conceptualización de sus partituras para cine. Glass se expone allí como un marido recluido, un padre cariñoso y un magistral preparador de pizzas.

⎯¿Llegó a incomodarle un retrato así de cercano?
⎯Digamos que me sorprendió. Con el tiempo me acostumbré y ya no me parece tan terrible. Durante un año, Scott se volvió una presencia tan constante en mi vida que, para ser sincero, llegué a olvidar que estaba ahí. Él no me obligó a hacer ni decir nada y, sí, el resultado no me lo esperaba. ¿Pero es malo eso? Existen cinco documentales sobre mí, uno por cada década, por si alguien quiere verme envejeciendo. Quien elige trabajar en público se expone a la crítica, así como al riesgo de hacer el rídiculo. Es parte de mi vida y lo acepto.

Glass habla con sencillez desde una asumida conciencia de la importancia de su figura en la música de los últimos 50 años. Una videoconferencia organizada por el Teatro Municipal y la Universidad Sek trae su imagen y voz desde Nueva York con el fin de adelantar su primera visita a Santiago, donde ofrecerá cuatro conciertos entre el 15 y 18 de abril. El autor llega a Chile de modo excepcional, sin una gira de por medio, ocupado entre encargos para soportes diversos, como los conciertos para violín (The American four seasons, recién estrenado), la parcial musicalización de un venidero documental sobre el Tibet, y la banda sonora de Mr. Nice, próximo estreno del británico Bernard Rose. “Intento tomar no más de dos películas al año. No considero que las bandas sonoras sean lo más importante de mi trabajo, pero sí son lo que me permite llegar a mucha gente y asociarme con mentes muy creativas. Es siempre un gran desafío”.

Aunque su nombre se ha hecho conocido sobre todo por su música para cine (The Truman show, Las horas y Mishima), el compositor ha firmado un sinfín de óperas y partituras para teatro, además de ocho sinfonías y ocho conciertos, entre otros muchos encargos que sucesivamente lo han vinculado al minimalismo, el rock, la electrónica y la llamada world music. “Creo que mi mejor trabajo ha sido en ópera”, admite. “Me acomoda trabajar para medios en los que puedan combinarse textos, movimiento y música. Allí parezco florecer. La ópera es, para mí, un lugar para la innovación”.

Viajero aplicado


Glass considera su acercamiento a las tradiciones folclóricas de Oceanía, Asia y África “lo más estimulante que me ha sucedido. Mi formación musical fue básicamente europea. Cuando comencé a trabajar con músicos de Australia o de África tuve que ir muy lejos de mi raíz, y eso fue desafiante. No es muy distinto de lo que experimenté trabajando con Lou Reed, David Bowie o Laurie Anderson: me alejo de mi mundo, aprendo de otros y ellos también se benefician de mi experiencia. Es un camino de ida y vuelta extraordinariamente placentero”.

Philip Glass. Retrospectiva de 40 años es el título que se le ha dado a su espectáculo en Chile, una selección especial de rango cronológico amplio y que será interpretada junto a su ya tradicional Philip Glass Ensemble, con 11 músicos y dirección de Michael Riesman.

El compositor se siente a bordo de una época de cambios “fascinantes”, de lo cuales se siente parcialmente resposable. “Cuando yo era joven, ningún compositor era, a su vez, intérprete. Se estudiaba música para ser profesor. Hoy los estudiantes ya no están tan interesados en el mundo académico, y piensan en sí mismos como arregladores, intérpretes…, lo cual me parece grandioso. Tengo el mayor respeto por los profesores, no quiero ver los convervatorios vacíos, pero no todos tienen ese don y es interesante que hoy la gente joven pueda tomar sus propias decisiones”.


Ahora disfrutemos un poco del lenguaje de este gran artista contemporáneo.









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